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El objetivo de este blog es facilitar información sobre temas de psicología y aclarar vuestras dudas sobre ellos. Ante vuestros comentarios y preguntas os daré mi opinión y consejo profesional, pero éstos nunca podrán sustituir a la consulta cara a cara que es donde deben hacerse un diagnóstico y tratamiento.

miércoles

"EL DUELO" (a María Chicote)

El duelo es el término con que se alude al dolor que sentimos cuando perdemos a una persona querida. Experimentar ese dolor es una experiencia "normativa", es decir, es una reacción común a todos los seres humanos, sin embargo, su manifestación no es universal, sino que existen muchas diferencias entre personas y entre culturas. El duelo es una respuesta adaptativa, esto quiere decir que NO es un trastorno psicológico ni una enfermedad, sino que es un proceso psicológico. No es fácil en este tipo de situaciones saber cuando esa respuesta es demasiado desproporcionada, demasiado prolongada, y diferenciar lo que es normal de lo que no lo es.

¿QUÉ ES EL DUELO?

Establecer una línea entre lo "patológico" y lo "normal" y la escasez de estudios empíricos sobre el tema, son dos dificultades en este campo. Comenzaré hablando del duelo "normal" para luego exponer algunas expresiones anómalas o patológicas del duelo.

Reacciones de duelo comunes

La pérdida de seres queridos, algo que sufrimos la mayoría de los seres humanos que vivimos lo suficiente, está acompañada de conductas y manifestaciones de dolor, que son diferentes según la persona, aunque podríamos decir que algunas son más comunes que otras. Las más comunes en el primer año tras la pérdida son:

1) Manifestaciones emocionales: tristeza, anhelo, enfado, irritabilidad, hostilidad, miedo o culpa.
La tristeza es una de las emociones más comunes, aunque la emoción que define y caracteriza realmente al duelo es el anhelo o añoranza. El enfado puede provenir de una sensación de frustración ante el hecho de que no había nada que se pudiera hacer para evitar la muerte. Este enfado puede originar que se culpe a alguien de la muerte por no haberla evitado (médicos, etc.) o incluso se culpe uno mismo. La ansiedad también se puede experimentar fruto del temor por el futuro, por la incertidumbre de cómo se va cuidar uno mismo solo.
En la otra cara de la moneda, podemos encontrar emociones positivas, como por ejemplo alivio, si el fallecido ha muerto tras una larga o dolorosa enfermedad, o tranquilidad, si el doliente cree que el fallecido ahora está en un lugar mejor.

2) Manifestaciones cognitivas: dificultades para entender y comprender la pérdida.
Durante los primeros meses que siguen al fallecimiento, el doliente suele manifestar diferentes alteraciones cognitivas, en primer lugar, estarían las que tienen que ver con la aceptación de la realidad de la pérdida, el doliente informa de experiencias de desrealización, despersonalización, incredulidad, confusión y preocupación. Esta última, la preocupación, suele incluir pensamientos sobre la persona que ha muerto y que pueden llegar a ser intrusivos obsesivos sobre cómo poder recuperar a la persona fallecida. 
Los dolientes también suelen experimentar alteraciones en el sentido de la identidad, todo hemos oído alguna vez frases como "un trozo de mi se ha ido", "me han arrancado un parte de mí mismo". Otras el doliente dice hacer las mismas cosas que antes hacía la persona fallecida, de esta manera "se vuelve más como ella".
Por último, otra manifestación bastante común es la búsqueda de modos de comprender o encontrar un significado a la pérdida. Esta búsqueda de significado en muchas ocasiones también se extiende a la propia vida y a la propia persona.

3) Manifestaciones somáticas: ahogos, palpitaciones, problemas digestivos, falta de apetito, fatiga e insomnio. Los dolientes suelen manifestar más enfermedades y más graves, toman más medicación y muestran una percepción subjetiva más pobre de la salud y peor salud comparados con otras personas de su misma edad.

4) Manifestaciones comportamentales: son muchas y muy variadas, como visitar lugares o llevar consigo objetos que recuerdan al fallecido, frecuentar los mismos lugares; o todo lo contrario, evitar cualquier recordatorio del fallecido. Puede darse tanto descenso del nivel de actividad como hiperactividad, insomnio como hipersomnia, como vemos son conductas que pueden ir de un extremo a otro. Incluso pueden darse conductas dañinas para la persona en el proceso de duelo como conducción temeraria, consumo de alcohol o drogras en exceso, etc.

5) Manifestaciones en el funcionamiento social: aislamiento y retirada social dejando de implicarse en la mayoría de las actividades sociales. La pérdida, frecuentemente, supone una pérdida de los roles sociales y familiares que desempeñaba la persona, como padre, como hijo, etc., o incluso en sus profesiones. 
Cuando se analiza el área social, hay que tener en cuenta también el efecto que tiene el duelo sobre el ambiente del doliente, ya que en bastantes ocasiones tienen un impacto negativo en otros, y la expresión constante de dolor puede incluso llevar a que se reduzca el apoyo social potencial.

¿Cuánto dura el duelo?

No hay una respuesta para delimitar el tiempo "normal" en el proceso de duelo. La elaboración del duelo requiere tiempo y cada persona tiene su propio ritmo. Hay que tener en cuenta que el duelo no es un proceso lineal, sino que hay altibajos con días peores y días mejores; y hay recordatorios como fechas señaladas (cumpleaños, navidades, etc.) que pueden provocar manifestaciones del duelo, por lo que es conveniente anticiparse y prepararse por adelantado.
Se suele decir que el duelo ha concluido cuando el dolor intenso da paso al recuerdo tranquilo y afectuoso, y que este proceso suele durar entre uno y dos años (Soler y Barreto, 2003). En cualquier caso, se recomienda no dar fecha tope para superarlo, ya que las personas pueden impacientarse por superar la pérdida y el dolor y volver a una rutina normal.

Variables que influyen en la elaboración del duelo

No sólo existen importantes diferencias entre individuos, sino incluso variaciones en una misma persona en distintos momentos, y en las distintas pérdidas experimentales. Cada proceso de duelo es diferente, sin embargo, hay una serie de variables que influyen en ese proceso:

- ¿Quién ha fallecido y qué papel jugaba en la vida del doliente? la experiencia de la pérdida depende de la naturaleza y cualidad del apego con la persona perdida. La pérdida de un hijo suele ser más difícil de superar, también la pérdida de un padre o madre en edad temprana, la pérdida de la pareja, especialmente en la vejez, o la de hermanos en la adolescencia.

- En cuanto a la relación, también es importante valorar si existen sentimientos negativos hacia el fallecido o si quedan conflictos sin resolver.

- Otra variable es el tipo de muerte, si fue natural o accidental, si fue tras una enfermedad larga y dolorosa, si fue producida por causas violentas (suicidio, homicidio, acto terrorista, etc.), si fue inesperada o repentina.. Por lo general, las muertes en circunstancias traumáticas suelen desencadenar con más frecuencia duelo complicado, especialmente las muertes producidas por causas violentas.

- Las características personales del doliente también son relevantes, como el género y la edad. En este sentido, aunque los más jóvenes puede experimentar inicialmente un dolor más intenso, experimentan también una mejoría más significativa a los dos años de la pérdida.

- Los antecedentes de la persona doliente constituyen otras variables que influyen en la elaboración del proceso de duelo. Las pérdidas anteriores y cómo han sido afrontadas suele ser un buen indicador de cómo se afrontarán las actuales. Es más probable sufrir un duelo patológico si la persona ha experimentado muchas pérdidas o pérdidas recientes.

- Los recursos de los que dispone la persona también influyen en la resolución del duelo, como problemas económicos, ausencia de apoyo social, escasos recursos personales, pueden complicar el afrontamiento del duelo.

¿Cuándo se considera el duelo patológico?

El DSM-IV-TR (Manual diagnóstico y estadístico de las trastornos mentales) incluye el duelo entre los "Problemas adicionales que pueden ser objeto de atención clínica" y señala:

... la presencia de ciertos síntomas que no son característicos de una reacción de duelo "normal" puede ser útil para diferencias el duelo del episodio depresivo mayor. Entre aquéllos se incluyen:
1) la culpa por las cosas, más que por las acciones, recibidas o no recibidas por el superviviente en el momento de morir la persona querida.
2) pensamientos de muerte más que voluntad de vivir, con el sentimiento de que el superviviente debería haber muerto con la persona fallecida.
3) preocupación mórbida con sentimiento de inutilidad.
4) enlentecimiento psicomotor acusado.
5) deterioro funcional acusado y prolongado.
6) experiencias alucinatorias distintas de las de escuchar la voz o ver la imagen fugaz de la persona fallecida.

SITUACIONES ESPECIALES EN EL ABORDAJE DEL DUELO

El duelo en niños

El proceso de duelo en niños es bastante similar al de los adultos, sobre todo si el niño es capaz de entender la irreversibilidad de la muerte. Evidentemente sus manifestaciones y duración variarán en función de diferentes factores como la edad, las experiencias previas, la importancia de la pérdida, el apoyo que reciba, las circunstancias de la muerte, etc.
En la población infantil existe la idea bastante generalizada de que es mejor proteger a los niños no hablándoles de la muerte, o de las circunstancias del fallecimiento. En algunas ocasiones esta actitud por parte del adulto responde más a su propia comodidad, a su miedo al dolor del niño y verlo sufrir, o a su incapacidad para explicar la situación que a la protección del niño. La recomendación es justo lo contrario, hablar con franqueza y sinceridad, sin engañar ni mentir, intentando hacerlo con la mayor normalidad posible, pero obviamente ajustando el mensaje a la edad del niño, por lo que se pueden utilizar cuentos, imágenes o cualquier otra ayuda que permita dar un significado natural a la muerte.  El hablar abiertamente previene que incluso lleguen a tener sentimientos de culpa, al confundir entre deseo y realidad. Una duda que se suele plantear es si es o no conveniente que el niño acuda al funeral, pues bien, no existe una regla estricta, pero la recomendación es respetar siempre la decisión del niño, tanto si desea ir como si no; lo que no es acertado es prohibírselo, ya que el niño puede llegar a imaginar cosas horribles de esa situación.
El niño tiene derecho a estar informado de lo que sucede en su entorno, a sus seres queridos, y a tomar parte activo del proceso de manera adaptada a su edad. Jové (2008) recomienda informar cuanto antes de lo que sucede al menor, que quien informe sea alguien cercano, en un lugar tranquilo e íntimo, con un discurso breve y adaptado al niño, intentando dar respuesta a sus expresiones emocionales o cognitivas y explicando que es lo que va a suceder para tranquilizarle.

La muerte de un hijo

Una de las pérdidas más difíciles de afrontar, sino la más, es la de un hijo o hija; suele ser una experiencia especialmente intensa y dolorosa y que puede perdurar toda la vida (hay estudios que dicen que el 20% de los padres no llegan a superarlo nunca). La muerte de un hijo es un hecho que produce una inversión del ciclo biológico normal y por esto la persona lo vive como algo antinatural. 
Si los hijos son menores los padres suelen presentar sentimientos de culpa y desolación, al hacerse responsables del fallecimiento del niño, por no haberlo protegido adecuadamente.
Por otra parte, este tipo de acontecimientos suele traer consigo problemas de pareja, sobre todo si ya existían problemas previos, y puede acabar en divorcio por la culpabilización de un cónyuge al otro, porque uno lo sufre más que otro, etc.
Un tema también problemático suele ser la relación con los otros hijos, aquí pueden darse muchas situaciones diferentes dependiendo de como los adultos vayan afrontando el proceso de duelo.

El duelo en ancianos

En la vejez la persona tiene que hacer frente a múltiples pérdidas: familiares, amigos, pareja, etc., y éstas pérdidas tienen que ser abordadas desde una situación social y física bastante diferente a la del inicio de la edad adulta, lo que provoca un desgaste físico y emocional muy importante. 
Una de las pérdidas que más afecta a los ancianos es la de su cónyuge, se pierde una relación de muchos años en la que se han elaborado lazos de dependencia mutua importantes. Además el quedarse viudo o viuda, además de sentirse solo, implica cambios importantes como el del domicilio (irse a vivir con los hijos o a una residencia), lo que puede conlleva un mayor riesgo de mortalidad.

El duelo en muertes violentas

La mayoría de las personas suelen desbordarse ante la muerte de sus seres queridos en situaciones violentas y traumáticas como un homicidio, suicidio, agresión, acto terrorista, etc. En estas situaciones es más frecuente la aparición de ciertas manifestaciones similares a los síntomas del Trastorno de Estrés Postraumático, como la re-experimentación intensa (pesadillas, recuerdos intrusos, etc.), de alerta e hipervigilancia, embotamiento afectivo, etc. 
En el caso del suicidio, de todos los sentimientos que experimentan los familiares uno de los más predominantes es la vergüenza, debido al estigma asociado a esa situación, otros son la culpa y el enfado, e incluso el miedo.
Es conveniente en estos casos llevar a cabo una tarea de detección precoz en los dolientes para poder identificar los riesgos con el fin de intentar prevenir el desarrollo de un duelo complicado o de un trastorno mental. 


ETAPAS DEL DUELO
(Meza, García, Torres, Castillo, Sauri y Martínez, 2008)

1. El inicio o primera etapa: se caracteriza por un estado de choque más o menos intenso, hay una  alteración en el afecto, con una sensibilidad anestesiada, el intelecto está paralizado y se afecta el  aspecto fisiológico con irregularidades en el ritmo cardiaco, náuseas o temblor.
La primera reacción es el rechazo, la incredulidad que puede llegar hasta la negación, manifestada por un comportamiento tranquilo e insensible, o por el contrario, exaltado. Se trata de un sistema de defensa. La persona que ha sufrido la pérdida activa inconscientemente un bloqueo de sus facultades de información. Esta fase es de corta duración, se extiende desde el anuncio de la muerte hasta el término de las honras fúnebres.

2. Etapa central: es el núcleo mismo del duelo; se distingue por un estado depresivo y es la etapa de mayor duración. Al principio, la imagen del desaparecido ocupa siempre y por completo la mente del doliente.
Conforme pasa el tiempo, alternan momentos de recuerdo doloroso con la paulatina reorganización de la vida externa e interna de quien sufrió la pérdida. En esta fase se recuerda constantemente al desaparecido y se añoran los pequeños detalles de la vida cotidiana que se compartían con el ser querido. Existe una depresión que se instala rápidamente después de acaecido el fallecimiento y que va a durar desde meses hasta años (en el caso de complicaciones en la elaboración del duelo). El estado depresivo del duelo hace que la persona, totalmente ocupada de su objeto, viva replegada sobre sí misma. Nada le interesa ya, el mundo está vacío y sin atractivos.
El sufrimiento del duelo es la expresión y consecuencia del trabajo de liberación que se opera necesariamente después de la pérdida de un ser querido.
Durante el periodo del estado depresivo, a la intensificación de la relación con el desaparecido se asocia un sentimiento de gran soledad, no solamente social sino también emocional.

3. Etapa final: es el periodo de restablecimiento. Comienza cuando el sujeto mira hacia el futuro, se interesa por nuevos objetos y es capaz de volver a sentir nuevos deseos y de expresarlos.
Este periodo de adaptación se manifiesta por el desarrollo de nuevas relaciones sociales. Se separa de los objetos personales del fallecido, guardando solamente los significativos. El estado depresivo se disipa, el dolor y la pena van disminuyendo, la persona experimenta un alivio. El final del duelo se manifiesta, esencialmente, por la capacidad de amar de nuevo.

¿QUÉ PUEDO HACER?


Si te encuentras ante la situación de que una persona, la cual te importa, ha perdido a su ser querido puedes actuar así:

Comparte su dolor y escúchale. Es conveniente, si así lo desea, que hable de sus recuerdos de la persona fallecida, de sus sentimientos de pérdida, es más, puedes animarle a que lo haga.

Consuelo pero no ofrezcas un falso consuelo. Frases como: “es mejor así”, “lo superarás con el tiempo” , "te acostumbrarás a ello", "no llores", etc., no ayudarán al doliente, porque en ese momento, que la muerte es aún reciente, lo que esa persona desea y necesita no es “superarlo” sino sentir el dolor. En lugar de eso, muestra tu empatía y dolor por su pérdida y escucha con atención lo que quiera compartir contigo.

Ofrece ayuda práctica. Ayudar a realizar trámites típicos de esos momentos, a cuidar de los niños o de una persona mayor, cocinar, etc., son también modos de ayudar alguien que está en un proceso de duelo.

Ten mucha paciencia. Superar una muerte de un ser querido suele llevar mucho tiempo, tienes que estar  disponible para hablar, acompañar y atender en el momento que te lo pidan.

Anima a esta persona a buscar ayuda profesional cuando lo consideres necesario.

Lecturas interesantes

- Neimeyer, R.A. (2002). Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo. Buenos Aires: Paidós.

- Nomen, L. (Coord.) (2008). Tratando... el proceso de duelo y de morir. Madrid: Pirámide.


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